Todos queremos que
nuestros hijos sean personas que vayan transitando por su vida de manera
responsable, autónoma y optimista, mientras consideramos que para que lo logren
nos es suficiente con tenerles todo en casa, comprarles el último Ipad, la
última moda en ropa, tenderles la cama y atender sus necesidades completamente con tal que no se distraigan de sus deberes.
Pero, ¿qué pasa en
la mente de un chico al que le tiendes la cama, le arreglas la habitación, le
complaces sus necesidades (caprichos) y le brindas todas las comodidades?
Es sencillo
comprenderlo; será un chico que entenderá que no tiene responsabilidades, ni
obligaciones ni mucho menos un porqué esforzarse para obtener lo que necesita,
por la simple razón de que tiene quien supla sus obligaciones, deseos y
necesidades. Será entonces un chico con un muy bajo concepto de
RESPONSABILIDAD.
La responsabilidad
es la capacidad de asumir las consecuencias que tengan las decisiones y de
responder por las mismas ante quien corresponda en cada momento, ya sea ante sí
mismo (autonomía) o ante los demás.
Por ser una
capacidad, una virtud y un valor, es educable, lo que significa que se aprende
a través del ejemplo y del hacer. No se aprende en libros sino en el diario
vivir, en la sensata exigencia y cariño por educarlo a lavar su loza, recoger
su reguero, barrer su habitación y cumplir con sus tareas de manera pulcra,
cumplida y completa.
Para esto es vital
permitir que ellos se equivoquen, que aprendan en medio del error y le pierdan
miedo a sentirlo (alimentado su sentido de confianza), que exploren sus límites
y sus capacidades o sea, que manejen espacios de libertad para aprender, sin lo
cual es imposible cultivar la responsabilidad.
Podrá ser antipática al principio
harta y dispendiosa, te dirán que ¡qué pereza!, que ¡qué aburrido!, pero
la educación es un camino de largo plazo, empieza ahora y en el camino verás
sus frutos aunque en su tránsito el corazón por exigirles te duela.
Nikolai Vargas
Cabrera
Psicólogo

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