Padres Neuróticos
Tenía razón Napoleón cuando dijo que "para educar a un
niño, primero hay que educar a los progenitores".
Mis padres no me quieren, decía con tristeza un niño de
primaria. Al preguntarle el porqué, el niño contestó: me pusieron a estudiar en
un colegio malo. Los niños no son tontos, los niños también piensan, a
diferencia de algunos padres para los cuales parece que se hubiera hecho la
pícara y maligna definición de que ser padre es negarse a pensar. La frase se
refiere a los padres que son sobreprotectores y piensan que sus niños son
perfectos, y con ello malogran su educación. En estos casos no se sabe a quién
compadecer más, si a los neuróticos padres o a los pobres hijos. Tenía razón
Napoleón cuando dijo que “para educar a un niño, primero hay que educar a los
progenitores”.
Cuando el profesor le preguntó al niño por qué su colegio es
malo, contestó que todos los días sus papás se quejan del colegio, dicen que
los profesores no sirven, que los directivos tampoco, que todo lo del colegio
es pésimo. Lo que deben hacer estos padres es llevarse a su hijo a un ‘colegio
bueno’ para no perjudicarlo. Y si lo que dijo Goethe es axiomático, que “solo
aprendemos de aquellos a quienes amamos”, entonces un niño bombardeado
constantemente por sus padres de esa manera no solo no se educa, sino que se
deseduca porque no quiere a su colegio.
Los que se mueven en la educación saben que en todos los
colegios, no obstante que la inmensa mayoría de los padres de familia son
serios y responsables, no falta un exiguo porcentaje de padres enfermizos que
son como un dolor de muelas. Un dolor de muelas no mata a nadie, pero impide
totalmente el desarrollo normal de las actividades de una persona, en este caso
de un colegio.
Son padres que están prácticamente todos los días inventando
infundios, azuzando a otros padres contra el colegio, mandando cartas anónimas.
(“Para escribir un anónimo se necesita ser un perfecto anónimo”). Y cuando se
trata con buenas maneras de hacerlos entrar en razón, se ofenden, se declaran
víctimas. Verdaderamente necesitan psicólogo; y algunos, psiquiatra.
Y lo peor del caso es que, por culpa de las políticas
demagógicas y desacertadas de los últimos gobiernos, los padres parecen tener
derecho a insultar; y los maestros, el deber de aguantar sin rechistar. Y si un
maestro insultado, ofendido y acorralado trata de defenderse, levantando un
poco respetuosamente la voz, entonces los enfermizos padres acuden a las
secretarías de Educación, donde les escuchan y dan curso a todas las demandas,
por descabelladas que sean. Y entonces obligan a los ya atareados rectores de
colegios y maestros a escribir larguísimos informes para dar explicaciones,
adjuntando documentos.
Estos padres necesitan además cursos de lectura rápida
porque no suelen leer las cartas y mensajes que los colegios envían, y así
están reclamando cosas que ellos firmaron y prometieron cumplir. Son
verdaderamente patéticos los casos de los progenitores que matriculan a sus
hijos en los colegios y no leen a qué se comprometen. Deberían optar por educar
a sus hijos en casa. Los educadores se quejan hoy del evidente problema de la
falta de lectura de los alumnos, queja que se oye también en las universidades.
Las cosas irían mejor si los padres de familia leyeran o
supieran leer e incentivaran en sus hijos el hábito de la lectura. Sería
interesante hacer una encuesta para saber cuántos libros lee por año un padre
de familia en Colombia. Y ya para terminar, sabemos que ningún colegio ni
maestro en Colombia es perfecto, ni más faltaba.
Andrés Hurtado García


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